Causalidad

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene seis líneas de subterráneos en el que diariamente es utilizado por mas de 1.300.000 de usuarios. La frecuencia de cada línea varía entre 5 y 7 minutos por estación y con más de 10 vagones por formación.

El viernes 4 de febrero de 2011, me subí a una formación de la línea A en Primera Junta. Llevaba mi mochila, una valija y unos alfajores Havanna para traerle a mi familia, ya que esa noche, luego de salir del Diario Perfil, volvería a San Nicolás tras trabajar, con mucho sacrificio y desgaste, durante 40 días en Mar del Plata que fui enviado especial a cubrir la temporada de verano para todas las secciones del periódico.

Mi regreso no fue una semana tranquila, volver a la rutina laboral, pagar impuestos, y por sobre todo una nueva situación de maltrato laboral sumaron una gota de malasangre al cansancio.

Casi llegando a estación Piedras, comienzo a sentir que mi boca se resecaba, el calor invadía mi cuerpo y las piernas empezaban a temblarme. En ese instante, miro hacia uno de los asientos y pude distinguir, entre mi estado de inestabilidad, a una cara conocida de San Nicolás. ¡Pleno subte, justo cuando me sentía mal!

Lo saludo mientras mis piernas se vencían de la nada y mi visión era totalmente nula. Él me saludó con una sonrisa, pero se dio cuenta de mi estado. El, estaba acompañado por una compañera de trabajo -me contó después-. Me sacaron del subte hacia la superficie, y en la caminata por la vereda de Av. de Mayo, una señora, amable, se acercó y dijo: “Acá, a media cuadra, está el PAMI, allí tienen una salita de emergencia”.

Hasta ese lugar me llevaron de la mano. Un doctor, amable me tomó la presión: “8-4. Vayan a comprarle algo salado y una seven up”. Esta persona fue a comprar lo que el medico pidió, se quedó media hora y me dijo que iba a hacer unos trámites al banco, donde se dirigía antes de encontrarme en esta situación poco deseable.  “Tenes estrés”, confirmó el médico.

Justo, ésta persona volvía esa misma tarde a “La Ciudad de María”. Se ofreció dejarme descansar en el hotel donde se hospeda mientras se iba a una reunión. Tampoco me dejó pagar el taxi. Descansé dos horas que me repusieron un poco la debilidad. Regresó y nos dirigimos a saludar a una persona y tomamos la General Paz destino a San Nicolás.

En ese camino de más de cuatro horas por el tránsito hablamos de nuestra pasión: la radio y trabajar en medios de comunicación de Buenos Aires. Pero inevitablemente salió la palabra causalidad, de la vida y como la fe acomoda nuestras vidas.

Sinceramente, aquel viernes en el subte me pegué un cagazo bárbaro, porque sé que expuse a mi cuerpo en un desgaste profesional intenso pero supe que Dios me puso un ángel en el camino, para darme su mano y no caiga al piso del vagón. Una persona de San Nicolás, en la misma línea de subte, en el mismo vagón, y a la misma hora, y en el momento en que perdía la conciencia.

Las cosas pasan por algo y ahí estuvo Jesús, dándome su mano a través de esta persona que se portó como un padre, un hermano, un amigo, una gran persona. Son esas acciones inolvidables, que quedan para siempre como una maravillosa anécdota que inunda el corazón de alegría, júbilo, de esperanza. Otra causalidad en mi vida.

Esa persona fue Roberto Nastta, un hombre de radio, un tipazo que me mandó el de arriba para tenderme una mano y cuidarme.

No tengo más palabras que decir: Gracias Roberto. Gracias Dios. Gracias María.