El día que Sabina dejó la cocaína y su lamento por Gustavo Cerati

El artista español reveló por primera vez que decidió dejar de consumir cuando estaba en Marruecos.
Joaquín Sabina vino muchísimas veces a la Argentina. La última visita fue este año 2023 con su gira «Contra todo pronóstico» en Movistar Arena de Buenos Aires, en el Estadio Kempes de Córdoba y en el Autódromo de Rosario.  Pero una que quedó marcada en la historia -al menos en la mía- es que el cantante español pasó un mes en el país con su tour «500 noches para una crisis», una antología de su exitoso disco 19 días y 500 noches, que editó en 1999.
 
En aquel momento, Sabina no brindó ninguna entrevista a los medios tradicionales. Le dijo que no a Clarín, La Nación, Rolling Stones, y solamente le dijo que sí a la revista Garganta Poderosa, editada por una cooperativa creada en una de las villas de la ciudad. Allí, el cantautor de 65 abriles, en aquel septiembre de 2014, posó con la gorra de YPF que había sido -casualmente- expropiada a una empresa de España.
 
Antes de su primer Luna Park, su agente de prensa y amiga, Jorgela Argañaras, convocó a los periodistas a una conferencia de prensa a todos los medios del país para el 2 de septiembre. Era uno de los eventos musicales del año porque Sabina regresaba en solitario ya que hacía dos años que había pasado por el sur del continente con su compañero Joan Manuel Serrat, y el salón del Four Seasons estaba abarrotado de periodistas de TV, radio y medios gráficos.
 
Me acredité por el Diario Perfil donde trabajaba desde hacía seis años. La noche anterior no sabía qué preguntarle a Sabina porque en las conferencias de prensa se pueden hacer una o a lo sumo dos preguntas, es difícil poder profundizar, muchos preguntan pelotudeces, otros tal vez te puedan cagar la pregunta que tenías apuntada, o tal vez no quede tiempo y te quedes afuera.
 
 
Yo vivía en Caballito. Me tomé la línea A en Primera Junta hasta Lima pensando: «¡¿qué carajo le pregunto a Joaquín Sabina?!». Muchos pueden pensar: «es fácil». Y no, no es fácil por lo enunciado en el párrafo anterior y porque era, nada más ni nada menos, que Joaquín Sabina. Salí del subte y leí en Twitter que Gustavo Cerati había «tenido una micro mejoría». En Twitter el milagro, después de 4 años de estar en estado vegetativo, podía ser posible.
 
Me subí al 67. «Hasta Posadas», le dije al chofer porque es la parada más cercana al Four Seasons. Ahí, apostado contra la baranda amarilla donde es el sector de discapacitados, pensé que la pregunta debería ir por su relación, vínculo o tal vez el que nunca tuvo con Cerati. Sea de su persona o musical. No lo dudé. ¡Esa pregunta era fija! Y la segunda, la verdad, le dejé un poco al azar y a lo que vaya sucediendo y escuchando en la rueda de prensa.
 
Era septiembre y Joaquín Sabina tenia 16 conciertos en total, la mayoría en el Luna Park, más las visitas en Córdoba, Rosario, Mar del Plata y Corrientes. El cantautor español había arribado al país acompañado por su mujer, la peruana Jimena Coronado, su productor Berry, y su manager Cristina. Todos hospedados en el Four Seasons.
 
Sabina ingresó en el mediodía al salón ante una marea de periodistas y flashes que no lo encandilaban porque -pillo- apareció con unas gafas de sol. Lo acompañaba una rubia —y no justamente una mujer—, sino una cerveza que bebía a sorbos mientras los periodistas preguntaban.
 
En un momento de la conferencia, el poeta, compositor y amante de la pintura, habla de cosas poco sanas que convivieron con su carrera musical. Y me dije: «Gustavo, es por ahí la pregunta que me faltaba para hacerle a Sabina».
 

 

Sabina y las drogas: llegó mi turno y pregunté

 
-Joaquín, ¿recordás el preciso momento en que decidiste dejar esas cosas pocos saludables que mencionas, esos tiempos de excesos, en bajarte el barco?
-Sí. La gente cree que lo decidí porque tuve un ictus (problema cerebral), pero yo me alejé dos meses antes sin ningún sentido. Un día estaba en Marrakech, Marruecos, y vi que ya no me hacía bien. Uno se acostumbra a tales cosas y pierden su carisma, clandestinidad y poesía. Era cocaína lo que yo tomaba. No tanta como dice la gente. Y dije: “se acabó”. A los dos meses tuve el ictus y estuve a punto de volver a la coca (se rió). Fue así, no hubo tragedia, no hubo drama, mi caso no sirve de ejemplo para las madres de los drogadictos, porque no tuve que internarme ni tuve síndrome de abstinencia. Lo hice con absoluta naturalidad.
 
No podía creer la respuesta. Tan sincera, tan precisa, tan real. El mismo Joaquín Sabina mirándome a los ojos y abriendo, en cada palabra que hilvanaba, su intimidad en los excesos y la última vez para una vida de estímulos contraproducentes para su salud que quedó en África y en el pasado.
 
 

Joaquín Sabina y su relación con Gustavo Cerati

Estaba seguro que los dos mundos, el de Joaquín Sabina y Gustavo Cerati, nunca se habían cruzado. No lo tenía confirmado aunque siempre queda la duda. Esa duda que justamente lleva a los periodistas a ser curiosos y preguntar y preguntarse todo el tiempo.
 
A esta altura del mediodía, ya era Treding Topic #GustavoCeratiDespierta ante el rumor de una mejoría en su estado de salud. Ya habían pasado cuatro años de su ACV tras dar su concierto en Caracas, Venezuela. Y como se dice siempre «la esperanza es lo último que se pierde».
 
 
Casi era una obligación para mí propio ADN periodístico la pregunta sobre su relación o no con Cerati. Es algo que se siente, no sé, es difícil de explicar. Pero me pasa que digo «esta pregunta no puede faltar». Y eran de esas preguntas que si no la hubiera hecho aún me estaría arrepintiendo.
 
Tras que Sabina me responde sobre su día en que dejó la cocaína continué (por suerte eran dos preguntas) mi turno en la ronda de periodistas.
 
-Joaquín, la segunda pregunta es que en las últimas horas, justamente en las redes sociales que decís odiar, se rumoreó que Gustavo Cerati tuvo una micro mejoría en su estado de salud. Quería preguntarte, ¿qué relación tuviste con Cerati?
-Si hubo un micro mejoramiento en Gustavo me alegro muchísimo. No tuve la menor comunicación con él. Nunca, ni personal ni artístico. Pero como compañero de oficio lamenté muchísimo lo que le pasó. Y yo me perdí conocerlo. 
 

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