Cartagena, Isla Barú y Tayrona: así fue mi primer viaje al extranjero

Recomendaciones, consejos y precios de un viaje que puede ser solo, con amigos o familia y también en pareja por estos paraísos de Colombia.

Cartagena de Indias seduce, enamora e inspira, así como lo hizo con Gabriel García Márquez. El principal atractivo  es “la ciudad amurallada”, ubicada en un extremo, y dueña de una belleza colonial que no dejar de sorprender. Una vez dentro –la entrada principal es de la Torre del Reloj– se siente que allí el tiempo nunca pasó y que la posmodernidad es una palabra que no figura en los libros.

Las casas pintadas de diferentes colores claros —celeste, rosa, pastel—, balcones con detalles en madera que dejan ver la variedad de flores que crecen en masetas, iglesias de más de 300 años con puertas de madera de una altura interminable, y las callecitas bien angostas y adoquinadas están resguardadas por una muralla de 11 kilómetros de extensión, que llevó casi dos siglos construir.

La muralla de piedra se levantó con el objetivo de preservar el oro, plata y esmeraldas de los ataques piratas ingleses y franceses que llegaban desde el mar Caribe con el deseo de arrebatárselos a los colonos españoles.

La pared se puede caminar por encima de ella mientras contrasta con la cultura, paisajes, fachadas y las aguas turquesas del mar. Otros prefieren alquilar las carrozas tironeadas por potros de buen porte y el sonido de las herraduras sobre el adoquín mantiene viva la esencia del pasado mientras el “chofer/jinete” oficia de guía turístico.

En uno de los extremos, la foto frente a la casa de García Márquez es una fija de los turistas, aunque desde arriba de la muralla se logra una mejor toma y el color bordo de las altas paredes ofician de un pincelado fondo. La riqueza cultural e histórica es interminable: Palacio de la Inquisición, donde hoy funciona el Museo de Historia, y los que disfrutan de los objetos antiguos, está el Museo del Oro.

Se puede descansar en los bares de Plaza de Santo Domingo para beber un buen ron o aguardiente o comer platos  tradicionales de la zona costeña: sancocho, el mote de queso costeño, variedades de pescados, y frutas tropicales como la guayaba, e inclusive de otras zonas de Colombia, como una suculenta bandeja Paisa.

Los atardeceres en Cartagena tienen dueño y pertenecen a Café del Mar, el único restaurante ubicado sobre la muralla, que comienza a llenarse de turistas cuando cae el sol, y en las noches de rumba se acude al popular Tu candela y al exclusivo Babar.

Hostels coloniales en Cartagena de Indias

Fuera de la muralla, el barrio Getsemaní era una zona peligrosa y marginal de Cartagena, pero con el tiempo los hostels comenzaron a ganar espacio y atraer a extranjeros. El pionero fue Media Luna Hostel, una casona antigua del siglo XVII, bien restaurada, que posee piscina para soportar los más de 35º diarios, y un bar en el primer piso que suele tener su festejo semanal todos los miércoles. La estadía tiene un costo de 15 dólares.

A pocas cuadras, cruzando un puente en dirección al sur, se encuentra el castillo San Felipe de Barajas, donde paradójicamente no vivió ningún Virrey, sino que fue creado para defenderse de las invasiones piratas que llegaban por tierra ante la imposibilidad que les representaba la muralla.

El ingreso cuesta 17,000 pesos colombianos (4 dólares), se puede recorrer sin contratar guía pero vale la pena abonar otros 7 dólares para conocer los pasadizos subterráneos los que funcionaban como trampas, detalles de su construcción, armamento y antigüedad de las baterías, y de la gigante construcción.

El castillo sirve para observar, desde su punto más alto, cómo está dividida en Cartagena. Es una especie de triángulo de los bermudas: el casco histórico donde está la ciudad amurallada, la zona del barrio de Bocagrande que posee las nuevas edificaciones de la clase acomodada del país e inversionistas extranjeros que en los últimos años recrearon una especie de “mini Miami”, y donde están las cadenas de hoteles más importantes el mundo, en su mayoría con servicio All inclusive.

Hacia el norte los barrios bajos de la ciudad. La distribución de la riqueza es notable. El Mercado de Basurto suele ser un atractivo para jóvenes turistas que desean conocer la Cartagena marginal. Una especie de “La salada”, abarrotados de puestos de manera desprolija, pero con calles de tierra llenas de lodo, y el olor nauseabundo de los pescados inunda el lugar. Pero allí se encuentran los mejores precios en bebidas, regalos tradicionales (sombreros) y calzados artesanales.

Isla Barú enamora con su Playa Blanca 

Las mejores playas de arenas blancas, aguas transparentes y templadas, y corales multicolores están en Playa Blanca de Isla Barú. Se puede llegar por tierra tomando un bus de línea, cruzando el río El Dique, y luego en moto taxi, costear el pueblito originario del archipiélago durante 25 minutos hasta llegar a un extremo. Todo por 11.000 pesos colombianos. Es arriesgado pero es una experiencia que vale la pena realizar. Sino, en barco cruzando la Bahía de Cartagena pero su costo asciende a 70.000 (40 USD).

Isla Barú es un paraíso que a las 9 de la noche cortan los generadores de energía y uno se entrega a la luz de la luna y el ruido del mar a puro ron y vallenato que musicalizan los morenos que trabajan en los puestos. Se duerme en chozas, carpas o hamacas paraguayas con mosquiteros.

Para los que buscan más confort y lujo hay un Decameron all inclusive en el otro extremo de Barú con sus playas privadas para pasar una estadía más placentera. Hay excursiones para andar en moto de agua mar adentro y para bucear. Enfrente, a 35 Km. de Cartagena, Isla del Rosario emerge como la otra alternativa para disfrutar de las playas, hacer deportes acuáticos y comer los mejores mariscos del caribe.

Cartagena es un destino turístico que suele extenderse más de lo previsto. O simplemente queda un sabor extraño de que aún quedaron cosas por descubrir. Y finalmente uno sonríe y comprende por qué es la ciudad donde Gabo creó sus exitosas novelas.

Parque Nacional Tayrona y Taganga

A cuatro horas de Cartagena de Indias en micro —yendo en dirección hacia la península de Guajira, pasando antes por Barranquilla—, se encuentra  la ciudad de Santa Marta, tercer centro urbano de importancia de la Región del Caribe, que cuenta con una riquísima cultura colonial, sierras, selvas y cálidas aguas que bañan sus playas.

Muchos turistas arriban para conocer la tierra donde nació y vive el futbolista Carlos “el Pibe” Valderrama, quien cuenta con una estatua en la entrada del estadio principal, y en cada esquina se pueden escuchar los sonidos del vallenato y de Carlos Vives, otro de los personajes samarios que son orgullo de su tierra.   

RECORRIDOS. El sector más exclusivo es El Rodadero, cerca del aeropuerto, elegida por los mismos colombianos para veranear.  También se pueden ir a las zonas de Bello Horizonte y Pozos Colorados y alquilar cabañas frente al mar.

Pero la mayor aventura de Santa Marta es La ciudad perdida. Una especie de Machu Picchu ubicada en la cordillera y en la que vivieron las primeras civilizaciones de Tayronas, y que la duración del viaje pedestre es de cuatro días.

TAGANGA. Es un pueblito de pescadores a 10 minutos de la terminal de Santa Marta. Los hostales rebalsan de personas, y la propuesta de platos de pescados es algo que uno no debe perderse, como comer un ceviche fresco en Playa Grande, balneario al que se llega cruzando un morro y desde donde se puede observar toda la bahía de Taganga.

La propuesta nocturna está en El Mirador, una terraza-hostal donde se venden aguardiente, cervezas, rones y mojitos, y se baila hasta altas horas de la noche. Los turistas se enamoran de la rusticidad del pueblito pesquero con precios super accesibles. 

PARQUE TAYRONA. Tomando la ruta que va hacia Riohacha, y a unos 45 minutos en bus, aparece este paraíso terrenal llamado Parque Nacional Tayrona. Se abona unos 37.000 pesos colombianos (8 dólares) y se debe caminar más de una hora por la selva, mientras se escuchan y se ven los monos aulladores, hasta Arrecife, la primera zona de hospedaje (en hamacas paraguayas o carpas) sin playas habilitadas para bañarse.

El mar, transparente y temperatura agradable,  golpea con fiereza por lo que recién se debe caminar unos 20 minutos más hasta alcanzar “La piscina”, balneario habilitado del Parque Tayrona. La más elegida por los veraneantes es El Cabo San Juan, ante última playa, con mejores servicios y, obviamente, la más onerosa. 

En Cañaveral se hallan los Ecohabs, chozas divinas, super topísimas, y con el sector con más comodidad de Tayrona. Por último, y para los más desvergonzados, está la playa nudista.

*Los datos pueden que se hayan actualizado ya que la nota fue publicada en 2012

*Nota y fotos producidos y creados por Gustavo Mendez. 

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