Entrevista a Daddy Yankee: «mi mayor miedo es no tener un centavo»

Mano a mano con el Rey del Reggaetón. La historia detrás del encuentro que empezó con un llamado.

Era 2008 y Daddy Yankee venía por primera vez a la Argentina para dar sus shows en el Luna Park. Yo llevaba apenas meses trabajando en Diario Perfil, tenía veinti pocos, y las canciones del «The Big Boss» me las bailaba y gritaba todos los fines de semana en los boliches. Realmente, sus hits, y su particular ritmo naciente del reggaetón a nivel mundial me fascinaba. 

«Lo quiero y lo voy a entrevistar», me decía una y otra vez, en la vieja redacción de calle Chacabuco y en las 3 horas en total que tenía de ida y de vuelta en el bondi 103 entre mi lugar de trabajo y Villa Madero, donde viví en la casa de mis parientes durante esos dos años.  

Fiel a mi espíritu periodístico, llamé a medio país para dar con la gente que traía al cantante puertorriqueño. «Creo que lo traen Adriana (Gorosito) y Pia (Shaw)», me dijo una persona. Llamo a la Negra a Córdoba y a mi -hoy amiga querida- Pia y me responden: «No, Gus, nosotros finalmente no lo tenemos. Te paso este número y proba aunque nadie responde». 

Anoté el número. Era característica de Miami. Pruebo una, dos, seis veces. Nada. Espero dos horas. Vuelvo a llamar. Suena, suena, suena. Y del otro lado atiende una persona.

-Hola, ¿Daddy?

-No, habla el hermano, ¿quién habla?

-Ah, hola. Soy Gustavo Mendez, periodista del Diario Perfil de Argentina. Sabemos que viene a la Argentina y queríamos realizarle un reportaje.

-El en este momento no está. Llámame en una o dos hora. 

-Listo. 

-Adiós. 

 

Daddy Yankee, en pleno furor, venía al país para dar dos shows y haría una conferencia de prensa en Ezeiza y le daría solo notas a Clarín y La Nación. Nosotros, Perfil, quedamos afuera. No me importaba, yo iba a conseguir ese reportaje con alguien que realmente admiraba. 

Esperé las dos horas. Levanté el teléfono fijo de la redacción de Perfil, me persigné, miré al cielo, y llamé. Suena, suena, suena. 

-Hola.

-Hola. Si, soy Gustavo Mendez del Diario Perfil. Quedamos en que volvía a llamarte para ver si podiamos charlar con Daddy Yankee.

-Ah, si. Bueno. Ahí viene. Y se escucha: «Papi, vente que tienes que hablar con un periodista»

Les juro que estaba seguro que me iba a dar la nota. Cinco segundo después, del otro lado del tubo, escucho la voz de Daddy Yankee: «Hola, ¿que tal?»

Así comenzó un reportaje de media hora que lamentablemente quedó perdido en el viejo CEDOC Perfil y desaparecido por los constantes hackeos que padeció la Editorial. No importó. Porque en esa charla, en la que pegamos muy buena onda, prometió regresar al año siguiente y vernos personalmente. Y como buen hombre de palabra, el cantante cumplió. A fin de año de 2009 regresó a promocionar su nuevo álbum Daddy Yankee Mundial. 

Tras arreglar con la prensa de su visita promocional, Daddy Yankee se alojó en el Hotel Panamericano. Fue en una de las habitaciones gigantes de los últimos pisos donde sería el reportaje mano a mano de 10 minutos. Al llegar, me presenté, nos dimos la mano, me miró y me dijo: «Oye, al final nos conocimos». 

Volví super feliz, fue una nota distendida, donde Daddy Yankee se dejó fotografear mientras charlabamos por la lente de Enrique «Quique» Abbate, uno de los mejores fotógrafos que tenía Perfil en ese momento, y que inmortalizó un instante periodístico que comenzó con tenacidad, decisión, ilusión, y de no bajar los brazos. Al igual del espíritu que tuvo siempre DY. 

 

La nota a Daddy Yankee

El cantante puertorriqueño Daddy Yankee, llegó dispuesto a promocionarse en nuestro país, donde tiene muchos seguidores. Estuvo en el programa de Susana Giménez, se prestó a reportajes en varios canales, y cantó en algunas ciudades del interior presentando su último CD, Daddy Yankee Mundial.

Dueño de su propio sello discográfico (El Cartel Records), el tema del corte de difusión es candidato a ser la apertura del próximo mundial de fútbol en Sudáfrica. “Es un orgullo para mí y sinceramente no me sorprende: todas las personas bailan este ritmo caliente, pegadizo, que no tiene una diferencia social”, confirma el hombre que sabe de números como nadie y quién mañana cantará en Mendoza, el lunes en Córdoba y el miércoles en Mar del Plata.

Llegó sin su mujer, Mireddys González, y se cuida de no posar en fotos con admiradoras para evitar celos y problemas. Sabe manejar muy bien las entrevistas y cómo vender su producto, y no permite preguntas complicadas o que lo pongan en un aprieto.

“Me convierto en un huracán, empiezo a brotarme o ponerme furioso. Mi madre siempre nos dijo a sus tres hijos que éramos callados, tranquilos, pero cuando pasaba algo nunca parábamos. Soy una persona normal con defectos y virtudes.”

Daddy Yankee es el nombre artístico que Raymond Luis Ayala Rodríguez eligió para hacerse conocer musicalmente con un estilo de rimas en los suburbios de Puerto Rico. Hijo de Rosa María Rodríguez y Ramón Ayala, se crió en la pobreza, estuvo cerca de las drogas y padeció la violencia de las pandillas.

“La fama y el dinero no me cambió. Eso les pasa a aquellas personas que pierden su norte”, afirma el autor de los hits Gasolina, Llamada de emergencia, Lo que pasó, pasó. “En una etapa de mi vida –recuerda– no tenía ni un centavo. Me pegó muy duro.”

Grito Mundial

Los temores siguen latentes en este empresario dueño de perfumes, relojes y que hasta produjo y protagonizó la película Talento de Barrio. Mi miedo es no tener un centavo. Fue extremadamente difícil. Cuando uno está así solo aguanta como sea o lo toma más relajado, pero cuando hay bocas que están pidiendo de comer o hijos que te piden juguetes o ropa y no puedes dárselo, uno se lamenta con profundo dolor. Yo lo pasé”, rememora.

Pero una sonrisa regresa a su rostro cuando “The big boss” recuerda lo primero que hizo con su primer contrato millonario: “Lo primero que pensé fue en mi mamá. Cuando le compré su casa es un momento que voy a recordar toda la vida, porque no hay joven en el barrio que no piense de esa manera. Y lo logré. Fue una satisfacción como hijo darle un regalo, me sentí realizado. Estoy orgulloso de ella, que no necesita trabajar y tiene todo lo que me pida. Pero ella se levanta todos los días bien temprano para ir a trabajar, es una mujer que no le gusta depender de mí, y eso es una gran enseñanza de vida”. “Mi madre va a trabajar todos los días porque no le gusta depender
de mí”. 

 

 

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