Me restringieron la cuenta de Instagram por 3 días y esto es lo que pasó

La historia de pasar 3 días sin poder utilizar Instagram. La herramienta fundamental de mi trabajo. 

¿Qué pasó?

El viernes 26 de julio sucedió un hecho inolvidable en la historia del deporte: la inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024. Estaba en mi casa, con la tele de fondo, ya había pasado la delegación argentina por lo que parte de lo más importante había pasado, y de repente escucho a Gonzalo Bonadeo en TyC Sports decir: «¿quién será la artista que desciende de la escalera para homanajear al cabaret francés y su época de esplendor?»

La artista estaba tapada por unos abanicos con plumas rosadas en una larga escalera dorada rodeada de franceses altos, con galeras y con smocking. El río Sena era testigo de lo que iba a pasar. Al instante se devela el misterio: Lady Gaga sorprende a los presentes y a miles de millones de televidentes para realizar una performance maravillosa en la tarde de la capital Francesa. 

Y al ejercer el periodismo siempre pienso en el otro. En quién está mirando, quién está leyendo, quién está escuchando. Me pasaba cuando escribía mis notas en el Diario Perfil, en Perfil.com, en Revista Gente, cuando estaba en radio, y ahora en televisión, y acá en las redes.

Porque, para mí, el periodismo es informar + pensar en la audiencia, de lo interesante que podría ser para un otro aunque se contenido no sea para del gusto propio del ser humano, porque antes de un periodista hay un ser humano.  

Tomé mi control remoto de FLOW, y le di rebobinar. Lo grabé entero. Cuatro minutos de una estrella mundial de Hollywood, en Francia, en un hecho histórico del deportes. Ese momento era el Olimpo. Todo estaba ahí. Viernes, reiterio, 4 de la tarde.

Decidí grabarlo con el celular y subirlo a mi cuenta de Instagram para que quien estuviera trabajando podía disfrutar de hasta ese momento (Celine Dion vino después) era LA performance de la inauguración cuando regrese a su casa o se libere de sus obligaciones.  

Lo postee. Subí a mis historias y seguí con lo mío. Un rato más tarde (acá comienza la película de terror y la información para que sepan cómo obrar si les sucede algo similar y aprendan también de lo que me pasó), me aparece un cartel con el mensaje de que el material tenía derecho de autor. «Qué raro. Lo estaba viendo yo y dos mil millones de personas más en todo el mundo. En X está por todos lados, Instagram, Tik Tok», me dije.

¿Qué hice? Decidí alegar el motivo de la utilización del video, dejando en claro que era algo que se había visto y reproducido en multiples plataformas para que el video continuara en mi cuenta. A esa altura había superado las 20 mil reproducciones. Al día siguiente, el sábado 29 de julio, me llegó un correo diciéndome que mi alegato estaba correcto y que el video se volvía a subir sin problema en mi cuenta. 

Me quedé tranquilo. Al ratito, me llegó otro mensaje inesperado, injusto y cruel: «Restringimos cirtas actividades para proteger NUESTRA COMUNIDAD. De acuerdo a tu uso, esta acción no estará disponible para ti hasta el 30 de agos de 2024. Avisanos si crees que cometimos un error». 

Obviamente que avisaba pero era en vano responder al cartel. Sentí como que se me tildó el teléfono. Nada funcionaba. No podía subir historias, responder mensajes de la comunidad, subir posteos, ni reels, ni ir a configuración. Cada dos segundos me aparecía el mismo cartel. Le daba «Avisanos» pero otra vez en vano. Muy incómodo y molesto el cartel. No sabía qué carajo hacer. 

¿Sentís morír? ¿Aceptación? ¿Aprendizaje? 

«No hay como la ausencia para sentir la querencia», dice la canción Rosario de Santa Fe, del álbum Poncho al viento de Soledad Pastorutti, cuya letras y melodías me acompañaron durante mi primera internación en el Hospital Garrahan allá por 1997. Me acordé de esa canción todos estos días. 

Las últimas dos historias justamente fueron de los Juegos Olímpicos. La maravillosa, épica y emotiva presentación y cierre de la inauguración por parte de Celine Dion. Ese momento, esa historia de resiliencia. Como si fuera un Ave Fénix de la canción y posada como un ángel en la Torre Eiffel. Lo subí y antes subí el momento en que ella habla en su documental sobre la enfermedad degenerativa que tiene sobre si no podía volver a cantar.

Lloré ahí tirado en el pasto. Me encanta, empatizo con esas cosas, es mi vida, lo viví, que te digan que NO pero uno con esfuerzo y fue puede decir SI. Y es parte del contenido que también me giusta compartir con ustedes.

De regreso tras mi salida a pedalear de los Bosques de Palermo, me esperaba Implacables, donde muestro el backstage, y los looks de las marcas que me visten. Para eso necesito el celular. «Lo subiré en la semana», me dije bastante relajado y ya entendía que lo había asimilado bastante bien por más que el celular en un programa en vivo, al aire, es muy importante, a veces llega data fresca en directo, hablamos con los artistas, chequeamos algún dato. El celular es importante.

Sí, pero no lo es todo. 

Puedo decirles que lo que viví en estos 3 días y medio lejos estuvo de ser un martirio. Lejos estuvo de querer morir. Lejos estuvo de tener tanta bronca y llorar. Fue un piñazo. Lo reconozco porque venía a toda velocidad creciendo y una curva injusta, mal señalizada, me/nos frenó. Los incluyo porque somos parte. Intenté contactar a personas que sabían del tema y me dijeron: «paciencia, no hagas nada, solo espera a que se cumpla el plazo». OK. 

Siempre digo, que sin ustedes, sin que busquen mi cuenta, mi información, que quieran escuchar mis opiniones, que la compartan, sería muy empinada la montaña hacia el éxito. El objetivo que deseo alcanzar. Ustedes me dan impulso, son mi combustible.  

Fue injusto. Sí. Cuántas fotos de mujeres desnudas, casi pornográficas, videos violentos de peleas, asesinatos, de discriminación y hay y no suspenden esas cuentas. Parecía la política de Argentina, y la Justicia Argentina. Hijos y entenados. Para algunos sí y para otros no… No me enrosqué en esa, porque hace mal, y no vale la pena. Sí se me pasó por la cabeza en más de una oportunidad y comprendo que hay que aceptar las normativas de la red social. 

Los extrañé. Sé que muchos de ustedes también me extrañaron. Me hicieron llegar su cariño algo que valoro muchísimo pero les soy sincero: no me sorprende. Porque siempre tuve en claro QUE COMUNIDAD quería crear. Una comunidad fiel, auténtica, sincera, cercana, inquieta por la información, empática, y solidaria. Amorosa. Muy amorosa.

Hay comunidades furiosas. Bueno, OK, nosotros estamos en las antípodas. Ahora sí, no se metan con esta comunidad que tiene todos esos atributos porque cuando los llame para la guerra se que estarán al pie del cañón como estuvieron ahora. Después que pasó esto, puedo confirmarlo. No se metan con nosotros.  

Son las 2:08 de la mañana (empecé a escribir a las 1.16). Estoy cansadísimo. Suelo sentarme a escribir cuando me nace, cuando el latido del corazón lo siento en el cuello. El emerger de las palabras de manera fluída, sin pensar. Así, de una. Como va saliendo.

Porque lo necesito. Porque soy agradecido. Porque estoy orgulloso de que lo que me propuse hace dos años y de a poquito se va logrando. También soy conciente que en el camino de crecimiento hay piedras en el camino, maldades, miserias, etc. Lo sé. También lo tengo bin clarito.  

Por eso, detenerme en pensar qué me pasó estos tres días, en conectar con la verdadera vida, que antes se vivía con celular y hoy también se puede. Si me da bronca la injusticia, que yo pague un plato roto, y que a otros le hagan la vista gorda. Pasa todos los días en este país y les juro que me da mucha bronca. Me tocó a mi. Pero prefiero esto, antes que un tumor, una pérdida o no tener trabajo o peor aún no tener para comer.  

Esto pasará. Pasó. Es parte del aprendizaje de la era digital. Lo que me queda marcado a fuego que fue el primer escollo que atravesé y que NO ESTUVE SOLO. Había alguien allí del otro lado preocupado/a, extrañando, como que les faltaba algo, como a mi. Y eran ustedes buscandome hasta en mi cuenta iPhone Store Palermo. Estamos unidos. Ya es una alquimia. Todo sigue, fue parar la pelota, y empezar otra vez con muchísima más fuerza. 

Gracias por preocuparse. 

Gracias por demostrarme su cariño. 

Los amo. 

 

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